martes, 15 de septiembre de 2015

La clase que se convirtió en un medio digital



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Por Elena Vásconez (Doris Pinos C.)


El aula de clase se esfumó por unas horas y la pizarra de tiza líquida pasó a ser el lugar idóneo para el esbozo de la planificación de un medio digital. Lo más interesante en el proceso de enseñanza-aprendizaje es experimentar el conocimiento y aprehenderlo a través de lo que es posible constuir con el otro. ¿Cómo funciona un medio digital?  Para quienes no hemos trabajado directamente en uno, la clase fue una oportunidad de descubrimiento.


Terminada la parte teórica y explicativa del curso, con base en algunos ejemplos sobre las distintas etapas por las que debe atravesar un medio digital, durante todo el ciclo de producción informativa y desde su misma creación, el reto consistía en ponerlo a funcionar. Pensar en el concepto del medio nos tomó tiempo. Sin embargo, definimos en principio las líneas generales y los objetivos. ¿Qué podría plantearse si parece que ya todo se ha hecho desde el periodismo? La resuesta era fácil. No íbamos a inventar el agua tibia pero tampoco se debían descuidar los princpios de todo ejercicio conciente, de toda apuesta, más cuando está naciendo.

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Sobre una mesa de comedor se inició el debate. Primero lo primero, dijimos. En el grupo somos distintos y aquello, justamente, hace que fluya lo diverso. Ponernos de acuerdo llevó tiempo, quizá porque, hablando desde la experticia, en la cotidianeidad profesional nos desenvolvemos en áreas distintas. Con todo, salió a la luz un punto de convergencia: El gusto por las expresiones artísticas. 

De una lluvia de ideas se concluyó que lo que hacía falta en la web era una agenda cultural que recopilara, desde una mirada no institucional ni elitista, la biografía de personajes, los eventos, conciertos, lugares y actividades desarrolladas tras los bastidores de lo masivo, es decir, lo bizarro y escondido en Quito. Lo que no aparece en los medios tradicionales.De a poco la conversa de tornó interesante. “¿Qué entendemos por cultura?; ¿En quiénes se enfocaría la propuesta?; ¿Qué presentaríamos y cuál sería nuestro valor agregado?” eran algunas preguntas respondidas en colectivo. Al final, nuestro propósito central tuvo que ver con lo dicho. 

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Empezamos buscando un nombre para el medio. Durante algunas horas no se vieron resultados. Nos agradaba mucho “El florón” por el juego tradicional quiteño, pero luego acordamos hacer uso de “la otra agenda” puesto que facilitaría la búsqueda en google y claro, guardaba una mayor relación con lo planteado. Pensar en un identificativo tampoco fue como soplar y hacer botellas. Había que buscar un concepto, una intensión, un sentido.

Seguidamente, definimos cada paso estipulado en el flujo de proceso y las estrategias. Delimitamos los grupos internos de trabajo y las responsabilidades. Aprendimos que crear un medio digital y producir información implica la suma del esfuerzo personal y grupal. Entonces fue necesario ubicar las capacidades de cada uno y, de acuerdo a ello, los roles. Como ya nos conocemos, se postuló a cada compañera y/o compañero del grupo como responsable de cada área analizando su experiencia y afinidad. 

En la etapa del trabajo en clase lo más destacado fue la presentación continua de los avances y la retroalimentación. Metodológicamente, escuchar y dejarse escuchar brinda dos posibilidades. Primero, al conocer los trabajos de los otros logramos asimilar nuevas miradas. Segundo, recibimos sus comentarios para el mejoramiento de nuestro proyecto. Fue un ejercicio que contribuyó significativamente a la puesta en marcha de lo que nos propusimos.




Si bien los tiempos han cambiado, la esencia de la enseñanza en el aula debe estar apalancada en la cercanía del docente y en su postura ética en el saber acompañar. Observar, en medio de un aula tan moderna, el gesto amable y sencillo de una maestra cuya hoja de vida evidencia su experiencia académica, hizo que la calidez y el consejo, como en otros tiempos, estuvieran presentes a manera de guía. Asumiéndonos mutuamente desde lo que somos. Quizá en el recuerdo del tiempo escolar.

En otro orden, el trabajo de producción de contenidos, reportería y diseño continuó fuera del aula con matices interesantes. El énfasis de incorporar al proyecto las expresiones de lo urbano y sus culturas, pensadas no solo desde lo artístico sino como filosofía de vida e incluso como postura política, nos permitió, por un lado, re-definir el ejercicio periodístico en sí mismo a partir de la reorientación de su función social descubriendo nuevos mundos desde el reconocimiento del otro. Algo que, desde el inicio de la clase, fuera un principio integrador y trascendente, al menos para quienes apostamos por la consecución de un nuevo periodismo. Las cosas se aprenden desde el ser y hacer con los demás. 

jueves, 10 de septiembre de 2015

¿A quién no le ha pasado algo así en una institución educativa?





Por: Elena Vásconez.

Acto 1: Cada cierto tiempo hay que mandar al colegio 18 dólares para la compra de libros como "El primer amor"; "Ayúdanos a encontrarla" y otros. “Algunas madres, en secreto, afirman que, aunque a veces no se tiene, hay que sacar de dónde sea” y esa además es una constatación real. La ley asegura que la educación es gratuita y que están terminantemente prohibidos los cobros extras. Peor aún esconderlos bajo el nombre de “voluntario” cuando la intensión es redondear el sueldo con el mínimo esfuerzo y sin pensar en el bolsillo de los padres.


Acto 2: Con el pago de los servicios básicos, hasta hace poco, por un dólar más, se podían escoger un sinnúmero de obras de autores de la literatura ecuatoriana reconocidos por la Casa de la Cultura. Obras que incluían en sus páginas desde cuentos y novelas, hasta el peso de la pluma de grandes literatos quienes aportaban desde la palabra en la construcción de historia e identidad. Esos sí eran libros que nos hacían pensar y plantear preguntas.


El resultado: Silencio total. Temor a decir las cosas y temor a la represalia. Unos cuantos desubicados diciendo que no es un negociado sino la buena intensión de quien manda a comprar los libros como un favor para evitarles ese esfuerzo a los padres. Que no importa lo que los hijos lean sino que estén ocupados siquiera en algo mientras llegan del trabajo. Que hay que pagar no más para no quedar mal.
Sin embargo, este ha sido el argumento que se lleva la delantera: “el que quiera estudiar en este colegio que pague (pese a ser municipal), o sino que les saquen a los hijos de aquí y se vayan a un fiscal porque como este es un colegio de prestigio solo deben venir alumnos que tengan las condiciones económicas, incluso pensando en no bajarle la clase social a la institución”. Luchar por lo justo es un acto de valentía pero tiene un costo.

¿Qué es lo éticamente correcto si de por medio están los hijos? ¿Ejemplo o riesgo? La pulga vrs. El elefante. Indignación.